Diversos estudios demuestran que el contacto con los árboles reduce los niveles de cortisol, mejora el sistema inmunológico y genera estados de paz mental. Pero más allá de lo físico, la arboterapia despierta una conexión espiritual: al abrazar un árbol, se establece un intercambio sutil de energías, donde la naturaleza acoge, escucha y transmuta.

Cada especie arbórea tiene una frecuencia única; por ejemplo, los pinos revitalizan, los robles fortalecen, los sauces alivian el corazón. Esta diversidad permite a cada persona encontrar el árbol que resuene con su necesidad interior.